En la era mística de hace 3.000 años a.C., reinaba en Uruk un soberano legendario llamado Gilgamesh. Este monarca era el protagonista de la primera y más grandiosa epopeya épica jamás contada. En su valerosa búsqueda de la inmortalidad, Gilgamesh cruzó reinos y dominios hasta llegar al misterioso umbral donde la taberna de Siduri se alzaba como un faro en la frontera entre el mundo civilizado y el reino de lo mítico. Siduri, sabia y enigmática, reveló al rey la verdad eterna: la inmortalidad es un don exclusivo de los dioses. Como simple mortal, Gilgamesh debía aprender a deleitarse en los placeres mundanos y apreciar la belleza que le rodeaba. Solo así encontraría verdadera dicha y satisfacción en su efímera existencia.


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